El sonido está siempre y en todas partes. Además de proteger el aire que respiramos, deberíamos cuidar la forma en que lo hacemos oscilar.
Es una época global donde el reino de las imágenes parece gobernar los destinos y los sentidos de la humanidad. Pero esa supuesta unidimensionalidad del homo-videns se desbarata con facilidad. El escritor Pascal Quignard lo resume así: “Las orejas no tienen párpados”. Se puede obturar la visión, pero no se puede dejar de oir. El sonido, invisible e inasible, es omnipresente. Y contra él no hay coberturas ni murallas posibles. Para la audición no hay sueño. El sonido se precipita, nos toca, es el violador y el territorio. Oímos antes del nacimiento y hasta el último instante de la vida, sin un instante de pausa. Cada situación y época de nuestra vida van acompañadas de banda sonora.
El sonido es la "voz" de una sociedad y un lugar, y establecemos una relación emocional con nuestro entorno acústico. La cualidad acústica de un lugar está conformada por las actividades y comportamientos de sus habitantes y colabora a conformar la identidad de los mismos. El paisaje sonoro, que es la suma de la totalidad de sonidos dentro de un área definida, es un reflejo íntimo de las condiciones sociales, políticas, tecnológicas y naturales del lugar.
Cada cultura, del mismo modo que produce una arquitectura distintiva, también crea y selecciona determinadas manifestaciones sonoras que serán características diferenciadoras. Se construye un sistema de comunicación que incluye al hombre, los sonidos y el contexto. La valoración subjetiva que hacemos del ambiente sonoro depende de las características físicas del sonido (intensidad, altura, timbre, tono), de la información contenida en el mismo (una sirena nos pone en alerta) y, sobretodo, del contexto en el que es percibido, que moldea esos significados. El sonido informa, afecta y constituye identidades comunes. El espacio es leído, organizado e interpretado desde las representaciones sonoras. El concepto de Identidad Sonora define al conjunto de características comunes de un lugar partiendo de una hipótesis inicial: Los espacios urbanos son espacios vivos, sensibles, representativos. Así podemos reconocer e identificar una ciudad, diferenciarla de otras, sorprendernos con nuevos paisajes sonoros y extrañar el terruño. Escuchando conscientes y alertas podemos comprender lo que una sociedad está diciendo sobre sí misma, cómo se proyecta en el tiempo y en el espacio. Y más difícil aún, si escuchamos nuestra propia audición, también oiremos la manera en que sonamos diariamente dentro de la gran sinfonía urbana.
La pared sonora
El progreso es ruidoso. Tal parece ser la condena del hombre moderno. El silencio aparece como algo primitivo, anacrónico. Pero, generalmente, para el paseante urbano es angustiante. Aclaremos que el silencio es siempre un umbral, una marca, una medida mínima, ante la presencia ineluctable de lo sonoro. No podemos aislarnos. Esa fue la experiencia de Jhon Cage, cuando encerrado en la cámara anecóica de la Universidad Harvard escuchó el sonido agudo producido por su sistema nervioso y el sonido grave de su circulación sanguínea.
Los sonidos naturales, humanos, electrónicos e industriales suenan simultáneamente, en una inmensa composición musical que se despliega sin cesar a nuestro alrededor. Los no lugares sonoros de los centros de compras, el sincope de los celulares, la radio homogeneizada, las máquinas de la construcción y del tránsito y muchas otras fuentes van ensordeciendo nuestro ambiente. El efecto es tan intenso que no escuchamos nuestros movimientos ni la voz. El sonido se funde en una bola de ruido, ruido (por molesto y ¿no intencionado?) que enmascara a los demás sonidos reduciendo el espacio auditivo. Y todo permanece en un nivel casi constante, porque ahora la rutina urbana dura 24 horas, empujándonos a una vida low-fi, a una esquizofonía, o disociación sonora, y a la hipoacusia.
Ear care
El sonido, como manifestación cultural, no debería ser sólo opresivo, sino algo que nos comunique con el lugar y las personas con que vivimos. En los años 70 el compositor y profesor Murray Schafer generó en Canadá el proyecto Paisaje Sonoro Mundial, punto de partida para lo que se convirtió en una red mundial de investigadores y artistas, el Foro Mundial de Ecología Acústica (WFAE). Pedagogía sonora, comunicación acústica, diseño urbano, geografía humana y bioacústica fueron abordados por la ecología acústica, disciplina que se centra en el estudio del ser humano y su relación con lo audible. Sus militantes pretenden cuidar oídos y los espacios acústicos vivientes. El profesor Barry Truax, renombrado compositor e investigador, ensaya paisajes sonoros para la vida en futuros mundos sensibles.
Por estos pagos, actualmente hay indicios de una mayor preocupación por el ambiente sonoro, aunque no se traducen en políticas de concientización. Y como señala escépticamente el investigador musical Helmut Rösing “sólo una profunda transformación de la sociedad, y no el diseño sonoro o la ecología sonora, será capaz de mejorar nuestro paisaje sonoro cotidiano". Solo un cambio en las condiciones sociales, políticas y tecnológicas producirá un cambio del medio ambiente sonoro.
AUDICIÓN ABIERTA
Limpiá tus orejas, sensibilizá el oído, elegí un lugar (esquina, bar, plaza, balcón) y escuchá: Primero identificá los instrumentos, cada uno con su timbre. Después la frecuencia, el ritmo, cómo se relacionan, la armonía. Y después preguntate: ¿Qué significado social, cultural, geográfico, económico y político tienen? ¿Qué recuerdos generan? ¿Cómo afectan cotidiana y vitalmente? ¿Cómo sonás en relación a ese entorno?
Es un ejercicio auditivo que todos deberíamos experimentar. Sobre todo porque los paisajes sonoros van desapareciendo o mutando detrás de los dictados de las nuevas tecnologías.
ECOS CERCANOS
Entre 1997 y 2000, el Observatorio Ambiental de la Municipalidad de Córdoba y la Escuela de Fonoaudiología de la UNC realizaron un estudio de contaminación sonora. Los investigadores concluyeron que el ruido urbano al que están expuestos los cordobeses supera la cantidad de 65 decibeles recomendados por la OMS, especialmente en la zona céntrica, produciendo una importante degradación de la calidad de vida. Por supuesto, las autoridades municipales no pudieron escucharlos.
En 2003 el Centro de Investigaciones Acústicas y Luminotécnicas (CIAL) de la Facultad de Arquitectura realizó un estudio sobre soluciones alternativas para disminuir el impacto ambiental por ruido en Villa Cura Brochero. Yel año pasado la Defensoría del Pueblo de la Provincia elaboró un Acuerdo de Compromiso Comunitario en un caso presentado por el Centro de Derechos Humanos y Ambiente (CEDHA), resolviendo un antiguo conflicto social derivado de la contaminación sonora en La Paz, Traslasierras. La comunidad se comprometió a participar solidaria y responsablemente en la educación sobre la problemática del ruido y sus efectos en la salud, en la instalación de barreras acústicas y en la regulación de volúmenes y horarios.
(Publicado en Revista La Central – Marzo 2008)
martes, 30 de marzo de 2010
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